El alma en la voz
Doña Gloria había estado leyendo unas
revistas de título Show que tenía esparcidas
por la mesa del salón, en cuyas portadas aparecían fotografías a toda página de
chicas en bikini, bañador o pantalón corto, mostrando sus muslos y pantorrillas.
—Eran vedetes, bailarinas, coristas y modelos de los principales cabarés.
Doña Gloria, viendo su cara de estupefacción, añadió:
—¿No te irás a escandalizar a estas alturas de ver a una mujer medio en
cueros o en trusa? —Frunció en broma el ceño—. Si he sacado estas revistas es
porque la mayor parte de lo que te he contado acerca de la vida nocturna y
artística de La Habana está aquí reflejado. Leerlas me trae recuerdos hondamente
gratos, y también me queman la sangre.
Atamante empezó a ojear sin mucha convicción los ejemplares de aquella revista, mientras ella iba a buscar platos y cubiertos y hacer un poco de café cubano. Después de pasar unas cuantas hojas y ver docenas de piernas orondas, propias del gusto de la época, leer otras tantas veces el adjetivo «electrizante» y el sustantivo «pollo»...
..., comprobó una insistencia dogmática en el imperio de las medidas y de la proporción: además de incluir las magnitudes habituales que definen el arquetipo de una modelo —estatura, peso, busto, cintura y caderas—, se parametrizaban el cuello, las pantorrillas y los tobillos en unidades del sistema anglosajón.
Aquellos cuerpos voluptuosos le evocaron el
desnudo que pintó Dalí dentro de una copa de oro, a lomos de un elefante de
piernas largas y delgadas, articuladas como las de una araña, que representaba
la lujuria en su visión surrealista de la tentación de san Antonio. Siempre le
pareció que el elefante que soportaba la mujer era el menos etéreo de todos,
indicando que la lujuria era la tentación más fuerte.
Atamante dudó si el uso genérico de «pollo» para referirse a esas bellezas era una derivación de pimpollo, aludiendo a su juventud, o una forma denigrante de elogiar sus atributos carnosos. Se decantó por lo segundo, cuando encontró en un ejemplar la foto de una spring chicken en bikini, encima de una mesa de cocina, mientras el chef del cabaré, cuchillo en ristre, se aprestaba a «practicar la inmolación de la supuesta víctima», rodeado de otras chicas de ropa estrecha y amplia sonrisa, disfrutando del «original espectáculo». Como remate, vio en algunas revistas lo que parecía una sección periódica, «Ensalada de pollos», y algunos recuadros animando a coleccionar «los superpollos de Show».
Le vino a la cabeza la reacción de España en esos años cincuenta, ante la llegada de los primeros turistas foráneos; que se inauguraron, según le había contado su padre, con un congreso nacional de moralidad en playas y piscinas a fin de «poner coto a la invasión paganizante y desnudista de extranjeros».
En ese congreso se habló de preservar el honor y el sentimiento católico, en riesgo de ser vilipendiado por una horda de mujeres indecentes; eso sí, sin frenar el turismo, una panacea para un país menesteroso. Siguió una campaña nacional de decencia, se prohibieron los bailes en playas y piscinas, «y mucho más en traje de baño», ¡un abuso «gravísimo»!
Una lectura rápida de algunas entrevistas le bastó para percatarse de que las coristas del Montmartre, Sans Souci o Tropicana solían alimentar leyendas sobre proposiciones de matrimonio rechazadas a millonarios extranjeros perdidamente enamorados.
—Olguita Chaviano, una de las coristas mulatas más bellas, se empató con Norman Rothman, el gerente del Sans Souci, y hasta le parió un hijo. —Doña Gloria no es que leyera su pensamiento, sino la propia entrevista que él estaba leyendo.
La prostitución estaba legalizada, como en los países civilizados; bien diferente a esos hipócritas que la prohíben y luego hacen la vista gorda —doña Gloria se expresaba con rotundidad—. Mi hermano tenía varios a su cargo y decía que los exámenes eran exhaustivos. En casa Marina, regentada por una española, había dos enfermeras de guardia velando por la salud de los clientes y de las empleadas.
¡Un prostíbulo con enfermeras! Atamante recordó la naturalidad de Toulouse conviviendo en un burdel parisino y su cuadro La inspección médica.
Atamante siguió escudriñando las revistas. Pasaba rápido aquellas páginas llenas de un erotismo kitsch, buscando alguna noticia que fuera menos exuberante. Después de decenas de muslos ostentosos, por fin vio algo diferente:
—¡Una mujer unidimensional! —Atamante se sorprendió al leer un artículo que hablaba de Freddy.
El periodista ofrecía una sola magnitud para definirla, su masa: ¡doscientas veinte libras! Para realzar la belleza de los «pollos» necesitaban hasta ocho medidas y, en este caso, les bastaba una sola.
—¡Tremenda gorda! Hay quien la ha llamado la prima mulata de Moby Dick, Nat King Kong y sirena encarnada en manatí. Pero no te rías, chico, que esta es una historia asombrosa y triste. Hay más de una de esas revistas en las que hablan de ella. Mientras, voy a buscar el único disco que grabó.
Titular: Primer LP de “La Mujer del Año”
"FREDDY, la sensación del Casino de Capri y de CMQ-TV, descubierta por SHOW en Julio y calificada en las selecciones de 1959, como la MUJER DEL AÑO, por su voz sensacional, que arranca ovaciones jamás escuchadas por otro intérprete en una sala de Cabaret, ha sido contratada como artista exclusiva de discos PUCHITO. En la foto, Freddy estampando su firma a presencia de Jesús Goris, propietario de GorLs Shop, distribuidores de discos PUCHITO, el señor Néstor Baguer, su representante y el coreógrafo Raymond. Este primer LP de Freddy, con sus números de mayor impacto emocional, estará a la venta el mes próximo en todas las casas de discos."
Doña Gloria hizo un repaso de su breve y fulgurante carrera: cantó seis meses en el cabaré del Capri, también en el club Las Vegas y en el Tropicana; Ela O'Farrill le escribió una canción en su honor; debutó en televisión, compartiendo cartel con Benny Moré y Celia Cruz; grabó aquel disco e hizo varias giras por Latinoamérica.
—Desde que llegó a mis manos esta grabación, no dejo de admirar la manera en que Freddy recrea The Man I Love, de Gershwin.
La historia de aquella mulata descomunal, con aspecto y peso de luchador de sumo, incluso en el peinado que llevaba en la portada del disco, empezó a interesarle a Atamante y siguió leyendo el artículo. Allí se contraponía su «aspecto exagerado en libras, su tipo ayuno de belleza» y su rostro, que parecía «una luna llena color sepia» a la admiración por su talento, «¡cómo canta boleros esta voluminosa mujer!», «un ejemplar de voz que ha de llegar a la cumbre de la fama».
En cuanto empezó a sonar la voz de Freddy en el viejo tocadiscos de doña Gloria, Atamante no creía lo que estaba sucediendo: sintió el alma de aquel ser puro vibrando en su voz andrógina de contralto desde la primera nota...
—«L'activité de l'âme composée sur le son de sa propre parole!»* —dijo Atamante saliendo del trance con la mirada perdida.
*‘¡La actividad del alma compuesta sobre el sonido de su propia palabra!’
En el número Show 99-100, de agosto-septiembre de 1961, la revista se hacía eco del fallecimiento de Freddy en Puerto Rico con este titular:
"La voluminosa cantante descubierta por SHOW y que fuera estrella del Casino de Capri, dejó de existir a consecuencia de un ataque del corazón.- Vivía en casa de Bobby Collazo y su entierro fue costeado por los artistas.-Deja una niña de 9 años en la Habana".
Referencias:
http://www.desmemoriados.com/show-digital/
https://www.youtube.com/watch?v=JO-ExwHxU-0&t=783s (Álbum completo de Freddy)
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