De espaldas al Abroñigal
Nicka’s estaba situado en los bajos de un edificio que marcaba el fin de la ciudad, un bloque aislado, transversal a la calle, un enorme mojón que señalaba el punto en el que la avenida de América se convertía en la carretera de Barajas. Más allá solo había un descampado raso que terminaba en un talud que bajaba al lecho del Abroñigal. A lo lejos podían verse los arcos escarzanos de piedra caliza del puente de los estudios CEA, atravesando Ciudad Lineal. La ribera de aquel regato era una frontera natural, una tierra de nadie en la que, hacia el sur, todavía habitaban seres agrestes, de mohines ásperos perpetuados por el hambre, mal amparados en chabolas insalubres, hechas de latón, madera y uralita, desperdigadas caóticamente a uno y otro lado del mísero caudal. En esa franja se había atrincherado la posguerra y no era extraño ver pelearse a algún niño con un perro callejero por algún mendrugo de pan. (Ava Gardner, Nicholas Ray y Charlton Heston durante el rodaje de 55 Días En Peki