La quinta de los molinos I

 

(Museo Napoleónico de La Habana, antigua residencia de Orestes Ferrara)

Venían del Museo Napoleónico, residencia palaciega de marcada influencia florentina, construida a finales de los años veinte, a la que su antiguo dueño llamó Dolce Dimora.[1]


[1] Morada dulce.

(A la izquierda, Orestes Ferrara; a la derecha, Julio Lobo)

La revolución había unido en aquel lugar los bienes confiscados de dos personajes legendarios: Julio Lobo y Orestes Ferrara. El contenido de uno y el continente del otro.



(Algunas de las salas del museo Napoleónico de La Habana, que contienen más de 7.400 piezas pertenecientes a Napoleón Bonaparte o relacionadas con su contexto histórico, que incluyen pinturas, grabados, esculturas, muebles de estilo, artes decorativas, trajes, equipo militar y armamento, objetos históricos y libros )

La mayoría de los objetos del museo procedían de la colección privada de Lobo, el Rey del Azúcar, que llegó a poseer dieciséis ingenios y centenares de miles de hectáreas sembradas de cañaverales, de los que obtenía la mitad de la producción del país. 



(Varias fotos de Julio Lobo Olavarría. La tercera, abril de 1967, en la inauguración del centro cubano de España. En la cuarta, uno de los 16 ingenios del magnate del azúcar)
Julio Lobo y Olavarría (1898-1983) nació en Venezuela, de padre de ascendencia judía sefardí y madre perteneciente a una prominente familia católica venezolana. Llegó con dos años a La Habana y se graduó como ingeniero agrónomo en Estados Unidos. Se casó con Esperanza Montalvo, de una antigua familia aristocrática cubana. Heredó el negocio comercial de su padre y lo convirtió en la empresa de azúcar más grande del mundo. Desde finales de la década de 1930 hasta 1960, cuando dejó Cuba para exiliarse, Lobo fue considerado el corredor de azúcar más poderoso del mundo. En el momento del inicio de la Revolución Cubana en 1959, la fortuna de Lobo se estimó en cerca de US $ 200 millones (US $ 1,800 millones en 2020). Sus activos incluían 16 ingenios azucareros, más de 30,000 acres de tierra, un banco, una compañía de seguros, una compañía aérea, una naviera y oficinas en La Habana, Nueva York, Londres, Madrid y Manila. Reconocido conocedor del arte, el involuntario legado a la revolución, en gran parte perdido o en paradero desconocido, incluía una pinacoteca con cuadros de Rafael, Miguel Ángel, Da Vinci o Regnault y decenas de óleos y grabados de Goya; una riquísima biblioteca; porcelanas de Sèvres, bronces de Thomire, así como numerosos documentos y objetos que pertenecieron a Napoleón. Lobo murió en Madrid el 30 de enero de 1983, y está enterrado en la cripta de la catedral de la Almudena.
(Acto de nombramiento del Che como Presidente del Banco Nacional de Cuba. A su izquierda Felipe Pasos, Presidente saliente del Banco, y a su derecha, Cepero Bonilla y Regino Botti. 26 de noviembre de 1959. Cargo que ocupó entre noviembre de 1959 y febrero de 1961).
 En plena época de expropiaciones de las grandes compañías y las principales fortunas del país, el 11 de octubre del 60 el comandante citó en su despacho de la entidad al magnate Julio Lobo. Lobo se vio sorprendido por la propuesta algo irónica del Che: dirigir la industria azucarera del país, antes suya en gran parte y ahora “de todos los cubanos”, es decir del Estado. Para convencerlo, le ofreció quedarse con la mansión donde vivía y mantener en usufructo la central azucarera del Tinguaro. Lobo pidió tiempo para pensarlo y se exilió. Dicen que el soldado que estaba apostado en la puerta le espetó al salir: “Ahora le tenemos donde queríamos. ¡Está usted en pelotas!”. A lo que el empresario respondió: “Verá usted. Yo nací en pelotas, moriré en pelotas y algunos de los mejores momentos de mi vida los pasé en pelotas”.
(Vilma Espín y Celia Sánchez con los hermanos Castro)

¿Sabías que el Che le ofreció a Lobo integrarse en la revolución como máximo responsable del azúcar?
—Saldría volando, ¿no?
—Al día siguiente. Pudo salir con un salvoconducto que le había facilitado Celia Sánchez. ¿Recuerdas? La secretaria, confidente y, según algunos, amante de Fidel Castro.
—¿La que ha elegido el nombre de la heladería?
—La misma. El padre de Celia era médico en un ingenio de Lobo. Tenían buena relación, y sus hijas se hicieron muy amigas.

(Puerta principal de la quinta de los Molinos, a mediados del siglo XIX)

Eliana y Atamante se acercaban a los jardines de la quinta de los Molinos, doblaron la esquina de Infanta y subieron la avenida de Carlos III hacia la puerta principal.

—Por esta avenida escapó tu amigo Orestes el día que cayó Machado.

(Hidroavión de la época. En este caso en el puerto de Santiago)

—No sé si le habrían hecho un ritual de esos o nació con suerte —le dio aprensión decir «despojo»—. Lo que pasó aquel día lo contó en una cena que le ofreció mi padre.

Se refirió a los disparos que mataron al hombre de confianza que estaba a su lado y los que alcanzaron el hidroavión que los llevó a él y a su mujer a Miami. Eliana comentó algo inaudito para alguien que estaba huyendo de una revuelta: sacó los billetes de un vuelo regular del hidroavión. 

(Mascarilla mortuoria de Napoleón. Llevada a Cuba por Francesco Antommarchi, médico de cabecera de Napoleón hasta su muerte. Antommarchi se instaló en Santiago de Cuba, donde murió de fiebre amarilla)

Por cierto, me ha asombrado ver su mascarilla mortuoria, ¿cómo la adquirió Lobo?

—No le fue difícil, la trajo su último médico de cabecera que vino a vivir a Santiago de Cuba —dijo con apatía Eliana. 

(Quinta de los Molinos a principios del siglo XX)
(Represa del Husillo en el río de la Chorrera, hoy Almendares, de donde tomaba el agua la Zanja Real)
(Represa del Husillo en 1927)

(Plano de 1841 donde se puede apreciar la quinta de los Molinos, a la derecha del castillo del Príncipe, y la Zanja Real bordeándola)
(Mapa de José María de la Torre año 1857. Marcado en rojo el curso antiguo de la Zanja Real)
(Casa de compuertas de la Zanja Real en el Husillo)
(Limpiando el canal de la Zanja Real)
(Puente de Vallarín sobre la calzada de Infanta)
(Restos de la Zanja Real dentro de La Habana Vieja)
(Dos muelas de la quinta de los Molinos)

Al notar la amargura de Eliana, Atamante cambió de asunto sin esperar respuesta y le preguntó a qué se debía el nombre de la quinta.

—En este sitio hubo una factoría que utilizaba dos molinos para triturar la hoja de tabaco y producir rapé y picadura de pipa. Aprovechaba la corriente de la Zanja Real.

—¿El agua de una zanja era capaz de mover las ruedas de un molino?

En realidad, Eliana le aclaró, era un acueducto que abastecía de agua potable a La Habana Vieja, desde el río Almendares hasta la plaza de la catedral. 

(La Zanja Real recorría más 11 km de largo, desde la represa del Husillo, en el Río Almendares, hasta el centro de La Habana, atravesando la quinta de los Molinos y la calle Zanja. Este primer acueducto fue dejado de usar cuando ante el creciente desarrollo de la ciudad, el gobierno español se vio obligado a buscar otra solución para el suministro de agua a la ciudad, creándose el acueducto de Fernando VII en 1835, y el de Albear en 1858, unidos en 1878)

(Grabado coloreado del saqueo de la Habana en 1555, obra del flamenco Theodor de Bry, 1528–1598)
(Jacques de Sores, también conocido como "El ángel exterminador". Dos años antes de hacer lo mismo en La Habana, junto con Le Clerc alias "Pata de Palo", saquearon e incendiaron Santa Cruz de La Palma. Años más tarde, en 1570, frente a la punta de Fuencaliente de La Palma, cerca de Tazacorte, en la isla canaria de La Palma, Sores y sus hombres abordaron una nave con 40 misioneros jesuitas, 32 portugueses y 8 españoles, a los que abordaron y arrojaron al mar.)
(Un antiguo plano del puerto, fechado en 1567 muestra que a falta de un sistema de fortificaciones, en esa fecha ya se utilizaba una cadena para proteger cada noche la estrecha entrada a la bahía habanera, en la isla de Cuba)

La Villa de La Habana se encontraba en proceso de reedificación cuando fue saqueada e incendiada por piratas franceses al mando de Jacques de Sores en el año 1555. Por tal motivo, además de construir nuevas fortalezas, se demostró especial interés en construir la Zanja Real, canal abierto que conduciría el agua desde el río de la Chorrera, conocido hoy como Almenares, al interior de la villa.

(Como símbolo de la culminación de las obras de la Zanja Real, se colocó una lápida con una inscripción dividida por una cruz o espada, donde reza lo siguiente: Esta agua traxo el maesse de Campo Juan de Texeda Anno de 1592)
(Placa conmemorativa de la construcción de la Zanja Real en castellano actual)
(Antigua casa que cerraba el callejón del chorro antes de 1910, una vez anulada la Zanja Real que vertía el agua en ese lugar hasta 1835)
(Casa construida en 1910 en el callejón del chorro, que sigue hoy en pie)

Para costear tan ambicioso proyecto, se le impuso a los navíos que arribaran al puerto un impuesto llamado Sisa de Zanja, por Real Acuerdo en el año 1562. El canal se concluyó en 1592 y un segundo ramal fue a desembocar en el lugar que hoy conocemos como el callejón del Chorro, pues por este nombre también se conocía la Zanja Real, muy cerca de la Plaza de la Catedral. Entonces esta plaza (entiendo que irónicamente) se llamaba de la Ciénaga, al ser allí donde los habaneros se abastecían de agua. Para conmemorar este acontecimiento, el Capitán General Juan de Tejeda mandó a colocar una lápida que se encuentra actualmente en la esquina de la Casa de Baños en el Callejón del Chorro.

(Postal siglo XX de la residencia de verano de los capitanes generales en la quinta de los Molinos)
(Fotografía de la residencia de verano de los capitanes generales en la quinta de los Molinos, 1860)
(Fotografía de la residencia de verano de los capitanes generales en la quinta de los Molinos, siglo XX)
(Fotografía de la residencia de verano de los capitanes generales en la quinta de los Molinos, restaurada por la Oficina del Historiador de la Ciudad dirigida por Eusebio Leal, y reconvertida en museo del Máximo Gómez, general en jefe de las tropas revolucionarias cubanas en la Guerra de Independencia cubana)

(jardines de la residencia)
(Interior de la residencia)
(Fotografía del general Máximo Gómez en el museo)


Cuando los molinos dejaron de funcionar, el capitán general Tacón[1] construyó allí su residencia de verano, alejada del calor infernal de intramuros. En la década siguiente, otro gobernador[2] mandó edificar un segundo piso y darle un aspecto más señorial, revistiendo paredes y techos de marquetería y añadiendo a los jardines fuentes y estatuas, montañas artificiales y grutas, saltos de agua y cenadores.



[1] Miguel Tacón y Rosique (1775-1855), gobernador de Cuba entre 1834 y 1838.

[2] Leopoldo O'Donnell (1809-1867), gobernador de Cuba entre 1843 y 1848.


(Fotografía de principios del siglo XX de los estudiantes, ya doctores próximos a su jubilación, que se salvaron de la condena a muerte en el juicio de noviembre de 1871)
(Estudiantes de medicina cubanos desterrados en 1871.Santiago de Compostela, 30 de enero de 1873. )
(Fotografía del doctor Isidro Teodoro Zertucha y Ojeda, a los 94 años de edad, tomada en noviembre de 1946, ingresado en el hospital Quinta Covadonga. Declaró: "A los tres meses nos sacaron de la cantera. En distintos departamentos fuimos repartidos. Unos fueron a la Quinta de los Molinos que era entonces residencia veraniega de los capitanes generales a trabajar como criados, barriendo y limpiando". Foto: archivo Granma)
(Doctor Fernando Méndez Capote, junto a Zertucha, únicos supervivientes en 1946 de los estudiantes de medicina que fueron juzgados aquel nefasto 27 de noviembre de 1871 y no condenados a la pena capital. Foto: Bohemia)

Los ojos de Atamante no se fijaban en el rostro de Eliana, sino que miraban inquietos a ambos lados. Viendo la respuesta que le había dado cuando le reclamó su distracción de la mañana, ella prefirió darle margen y le habló de algunos personajes vinculados a aquel lugar: los compañeros de los ocho estudiantes de Medicina fusilados, condenados a limpiar los jardines y las habitaciones de la quinta... 




la infanta Eulalia, hija de Isabel II, que intentó en vano fortalecer los lazos con la colonia pocos años antes de perderla...

Años antes, la joven Princesa no había escapado de la atención del político, periodista y escritor José Martí: «Sobre esta dama de hermosa figura, mirada que ordena, elegancia que atrae, y vasta mente (…) Cierto que llevan los ojos tras de sí su reír bullicioso, sus claros ojos azules, su cabello áureo, su fisonomía resplandeciente y móvil. Es fama que tiene voluntad recia, y desamor señalado por la música…». (La Opinión Nacional, Caracas, 17 de septiembre de 1881).

(Barco de vapor Reina Cristina, que llevó ala infanta Eulalia en su viaje transatlántico a la habana y américa del norte)

(Alfonso XII con Maria Cristina Habsburgo-Lorena, su segunda esposa, 1 de enero de 1885, año que falleció él y María Cristina se convirtió en regente)

(Antonio Cánovas del Castillo, probablemente un año antes de su asesinato en 1897)

La infanta Eulalia de Borbón llegó a La Habana el 8 de mayo de 1893 y permaneció en la isla siete días. Su cuñada, la viuda de su hermano Alfonso XII y regente de España, María Cristina de Habsburgo-Lorena. y el jefe del gobierno español, Antonio Cánovas del Castillo, le encomendaron una ardua misión: «Calmar a los cubanos y llevarles el anuncio de que Su Majestad atenderá, en lo posible, sus peticiones. Nuestra política respecto a Cuba cambiará en adelante (…) pero antes hay que someter a los insurrectos, sin lastimar a nuestros adictos», según relató la viajera. La intención del viaje era pues contribuir a mantener el dominio colonial ante los aires de insurrección que batían en la «Siempre fiel isla de Cuba».


(Retrato de Carlos Manuel de Céspedes)

(Ilustración que representa el "grito de Yara", en el momento en que Carlos Manuel de Céspedes termina de leer el manifiesto revolucionario en su ingenio La Demajagua, 10 de octubre de 1868).
(Fotografía de un centro de "Reconcentración" establecidos por el general Weyler, donde murieron decenas de miles de campesinos cubanos)
(Retrato del General Valeriano Weyler hacia 1890)

Antes de aquella visita los cubanos se habían alzado en armas dos veces sin éxito. La primera se conoce como la Guerra de los Diez Años o Guerra Grande (1868-1878). Comenzó con el llamado «Grito de Yara» el 10 de octubre de 1868, después de que Carlos Manuel de Céspedes leyera un manifiesto revolucionario ante 600 seguidores en su ingenio La Demajagua y más tarde atacaran sin éxito el poblado de Yara; hecho que recogió la prensa de La Habana y de Madrid. Esta guerra costó varios centenares de miles de muertos en ambos bandos: del lado cubano la mayoría de las víctimas fueron civiles, sometidos a hambrunas y condiciones insalubres que provocaron epidemias, debido a la política de «reconcentración» ordenada por el general Weyler (verdaderos campos de concentración); del otro lado se perdieron dos tercios de los soldados llevados a la isla, vestidos con malos uniformes, mal alimentados y pésimamente preparados, de modo que la inmensa mayoría murió en hospitales y por causas naturales.

(Batallón de caballería de las tropas mambisas durante el conflicto de la Guerra de los Diez Años)

(Puesto de escucha avanzado)

Durante la Guerra de los Diez Años el ejército español llevó a cabo la fortificación colonial más grande realizada en el siglo XIX: la Trocha Júcaro-Morón. Fue construida entre 1871 y 1872, bajo el mandato del capitán general Blas Villate, conde de Valmaseda, utilizando como mano de obra esclavos negros e inmigrantes chinos. Tenía una extensión de 68 km y dividía la isla en dos mitades por su lugar más estrecho, desde la localidad de Júcaro, en el sur, hasta Morón, en el norte, con la finalidad de impedir que las fuerzas insurgentes de la zona oriental extendieran el conflicto a la parte occidental. Incluía 60 fuertes con capacidad para albergar a 200 soldados cada uno, entre los cuales existían fortines menores. A sus costados se extendían zanjas y cercas con alambres de púas, protegidas por patrullas que realizaban recorridos constantes, con escuchas o centinelas en lugares intermedios. Cerca de la alambrada discurría en paralelo una vía estrecha de ferrocarril, que proporcionaba suministros y refuerzos a los fuertes, incluyendo artillería, que desembarcaban en el puerto de Júcaro. En la actualidad se conserva gran parte de la fortificación y se considera uno de los monumentos militares más importantes del Caribe.

(Máximo Gómez en 1868 y 1878, sentado en el centro)
(Último mapa de la trocha Júcaro-Morón)

El 6 de enero de 1875, Máximo Gómez, quien años más tarde se convertiría en el general en jefe del Ejército Libertador de Cuba, cruzó la Trocha y penetró en Las Villas con 300 hombres de caballería y 600 de infantería. Los caudillos cubanos le obligaron a dimitir del mando de Las Villas por no ser nativo de Cuba (era dominicano).


(Carga de Mambises, guerra Chiquita)

(Antonio Maceo)
(General Calixto García)
(Ilustración sobre lo que se conoce como la protesta de Baraguá. Antonio Maceo y algunos otros mambises se reunieron con Arsenio Martínez Campos el 15 de marzo de 1878 para discutir los términos de la paz, pero Maceo protestó estos términos porque no cumplían con ninguno de los objetivos de los independentistas)
(Antonio Maceo, "El titán de bronce". Su padre era un mulato venezolano que luchó con las fuerzas reales contra Bolívar)

El pacto de Zanjón, con el que se cerró en falso la guerra de los diez años, no fue aceptado por todos los líderes de las fuerzas cubanas, entre otros por Antonio Maceo. El descontento, insatisfacción e incumplimiento de promesas llevaron a algunos cubanos a un nuevo alzamiento en agosto de 1879, comenzando la Guerra Chiquita (1879-1880), bajo el mando del general Calixto García. Sin embargo, tanto Maceo como García estaban exiliados en Nueva York. Durante meses se luchó en circunstancias desfavorables y sin dirección. La falta de liderazgo, la fatiga acumulada tras diez años de combates, la carencia de armamentos y municiones, y la falta de ayuda exterior, hicieron que la guerra fuera perdiendo fuerza y los principales jefes detenidos y deportados. El 7 de mayo de 1880, de la invasión prevista inicialmente por Calixto García, solo desembarcaron en Cuba 19 hombres. Maceo se quedó en Nueva York para no exacerbar los prejuicios raciales, instigados por la propaganda española, que lo acusaba de buscar una guerra entre razas. Débiles por el cansancio y el hambre intentaron comunicarse con algunos compatriotas, pero resultó imposible. Fueron perseguidos y acosados, algunos hechos prisioneros y otros caídos en combate. La lucha continuó hasta el 4 de agosto de 1880, en que tras recibir las debidas garantías se presentaron ante las autoridades españolas. Calixto García fue desterrado a España.

(Sentados, la infanta Eulalia y su marido, Antonio de Orleans, duque de Galliera; de pie, en medio, el capitán general Alejandro Rodríguez Arias, mayo de 1893)
(Calixto García en los tiempos en los que se entrevistó con la infanta Eulalia en Madrid)

En esos tiempos convulsos, de una censura férrea que se extendía al vestuario y a la música, Eulalia desembarcó vestida de rojo, azul y blanco, los colores de la proscrita bandera de la independencia cubana. Hecho que fue recibido con simpatía por los criollos y no sentó nada bien a las autoridades españolas: «Cuando llegué al palacio del Capitán General tuve que cambiarme aquel traje díscolo e inquietante, que me estaba vedado de usar en Cuba», recordó Eulalia en sus memorias. Antes de partir hacia La Habana ya había incomodado bastante al contactar en Madrid con el general independentista Calixto García para conocer la «realidad del problema» cubano. «Gracias al culto ´cabecilla´ cubano pude penetrar un poco en la realidad del problema. Llegué a pensar que, al fin y al cabo, les sobraba razón a los cubanos en sus deseos de libertarse».

(Palacio del Gobernador General, La Habana, 11:45 a.m. 1 de enero de 1899. Rendición. Tropas españolas marchando)
(Vista del patio interior del palacio y su columnata de las dos plantas)
(Vista de una de las galerías de la segunda planta)

El Palacio de los Capitanes Generales, residencia oficial durante su estancia en la Isla, cautivó a la Infanta. Admiró su «purísimo estilo colonial» y su extraordinario patio, uno de los más admirables de la arquitectura cubana, bordeado por una columnata en las dos plantas y con profusa vegetación. Le impresionó el «severo lujo», con los suelos de mármol de Génova y las magníficas rejas, unas forjadas, otras fundidas, elaboradas y traídas desde Bilbao.

(Recibimiento a la infanta Eulalia y su comitiva en los jardines de la quinta de Los Molinos, mayo de 1893)
(La infanta Eulalia preparada para salir de paseo a caballo en el patio del palacio de los capitanes generales, mayo de 1893)

Las autoridades le prepararon un programa que incluyó la visita a una fábrica de tabacos, un hospital, comidas en su honor, paseos a caballo y se le ofreció una fiesta en los jardines de la Quinta de los Molinos, la casa de campo del Capitán General que describe como paraíso, donde «Las lindas cubanas con sus vestidos claros iban y venían, agitando sus abanicos, cuyos tonos multicolores mariposeaban sobre la verdura obscura entre una lujuriosa vegetación tropical (…). Había oído siempre ponderar la belleza de las habaneras, su señorío, su elegancia y, sobre todo, su dulzura, pero la realidad superó en mucho a lo que había imaginado».



(Para cumplir la promesa que le había hecho a su difunto hermano, Alfonso XII, la infanta se casó por razones de Estado en 1886 con su primo Antonio de Orleans y Borbón​, futuro duque de Galliera. El matrimonio pronto hizo aguas, aunque su separación efectiva se produjo en 1900, tras catorce años de infidelidades mutuas en los que don Antonio dilapidó una enorme fortuna)

(Quinta de los condes de Fernandina en el Cerro de La habana)
(Damas paseando por la plaza de Albear a principios del siglo XX)
(Escena cotidiana en una calle habanera en 1886)

(Ilustración del interior del teatro Tacón, centro de la vida social habanera)

(Ilustración de una corrida de toros en la plaza de toros de La Habana, siglo XIX)

(café de La Habana en 1900)

La alta sociedad cubana se disputó las atenciones de la infanta y su marido, Antonio de Orleans y Borbón, quienes se dejaron querer y participaron de buena gana en cuantos bailes y eventos se prepararon en su honor, entre ellos una sonada recepción brindada por los condes de Fernandina, en su palacio del Cerro, donde posiblemente gastaron hasta la última peseta de su menguado capital. «La Habana nos hizo un recibimiento cálido, afectuoso y simpático, sin severidad formularia, pero lleno de emoción, como son los cubanos… una ciudad única, espléndida, galante, hecha al derroche, a la suntuosidad y al lujo, a las elegancias europeas y al señorío criollo… donde todo es interesante, donde todo embelesa por su encanto».

La casaquinta fue el arquetipo de la vivienda de los criollos blancos terratenientes en El Cerro del XIX. Ese nombre fue dado originalmente a casas en el campo que se arrendaban para recreo por un quinto de lo que producían, asociado a la villa neoclásica aislada con jardines y en ocasiones muy separadas de la Calzada.




Según versiones de su estancia en La Habana, la Infanta recurrió al periodista catalán Antonio de San Miguel, de conocida filiación liberal, para tener contacto con intelectuales y políticos de la Isla y representantes de "gente de color". De estas entrevistas pudo sacar una valoración muy objetiva de la situación de Cuba e intuir el desastre que se avecinaba: «Detrás de las atenciones, de la gentileza y de la afabilidad característica del habanero se descubría su pensamiento político distanciado de la corona… Solo escuché palabras de respeto, de simpatía y de homenaje. Pero vi que en Cuba nuestra causa estaba perdida definitivamente». Casi todos seguirían, sin embargo, a Cánovas, cuya lema, «el último hombre y la última peseta» para sostener la soberanía de España en Cuba, «costó ríos de oro y sangre, inútiles y dolorosos».


(Réplicas de la Pinta, la Niña y la Santamaría a tamaño real que cruzaron el Atlántico para estar presentes en la exposición)

(Una vista del  pabellón español de la Exposición Universal de Chicago, réplica de la Lonja de Valencia). 

(La Glorieta del Honor y el Gran Estanque de la Exposición Mundial Colombina de 1893)

(Presidente de EEUU, Grover Cleveland)
La Exposición Mundial Colombina, llamada oficialmente Feria Mundial: Exposición Colombina, fue una muestra universal que tuvo lugar en Chicago, Estados Unidos, para celebrar los 400 años de la llegada de Cristóbal Colón al Nuevo Mundo en 1492

Después de su estancia en La Habana, la infanta Eulalia y su séquito partiría hacia EEUU para participar en la Feria Mundial de Chicago y representaría a la regente María Cristina ante el presidente estadounidense en visita amistosa.


A finales del año 1898, el pintor ferrarés Giovanni Boldini retrató en su taller del Boulevard Berthier a la infanta Eulalia de Borbón. Este relevante retrato fue expuesto en diversas muestras del pintor, quien lo atesoró en vida.

Este retrato de la infanta María Eulalia de Borbón es una obra realizada en 1895 por el rey de Portugal Carlos I, de quien fue amante. Actualmente se conserva en el Gabinete de Dibujos y Estampas del Museo del Prado.







Máximo Gómez Báez nació en la República Dominicana en 1836. Su infancia y adolescencia las pasó en su tierra natal. A los 16 años Gómez se unió al ejército dominicano en la lucha contra las invasiones haitianas, logrando el grado de alférez. Durante la re-anexión de Santo Domingo a España (1861-1865), Máximo Gómez ingresó como voluntario en el Ejército Español,  combatiendo contra las tropas insurrectas que pretendían recuperar la independencia. Como tantos otros dominicanos leales a España, tras la victoria de los independentistas se trasladó con su madre y sus hermanas a Cuba, donde gracias a un préstamo personal de Valeriano Weyler pudo dedicarse a labores agrícolas en la zona de Bayamo.

Descontento por el trato recibido por el Ejército español, el 16 de octubre de 1868, sólo seis días después del Grito de la Demajagua, se sumó a la revolución y el día 25 dirigió la primera carga al machete, derrotando a una columna española que se disponía a retomar la ciudad de Bayamo, en manos rebeldes. Por sus conocimientos militares y su valentía fue ascendido rápidamente a Mayor General por el Presidente Céspedes. Ganó importantes combates, entre otras la batalla de Las Guásimas (1874), la más grande de la Guerra de los Diez Años, y cruzó la trocha de Júcaro a Morón, ocupando Las Villas. Estuvo al mando de varias divisiones y del ejército, hasta ser nombrado general en jefe, cargo al que renunció debido a la creciente desintegración de las fuerzas cubanas, afectadas por el caudillismo y el regionalismo. Poco después de firmado el Pacto del Zanjón en 1878 decidió salir de Cuba junto a su familia, convencido de que resultaba imposible continuar la guerra.

En abril de 1895 (el 24 de febrero se había producido el alzamiento en Baire) llegaron Gómez y Martí a Cuba. Su estrategia militar se conoció como el "Lazo de la Invasión", retrocedía unos kilómetros ante fuertes columnas españolas, ante cuya vista destruyó las líneas férreas hacia el Oriente, para luego hacer un avance envolvente hacia Occidente, volviendo a cortar todas las comunicaciones. Aislaba así a un gran contingente de tropas que luego hostigaba y diezmaba en guerrillas que, si bien eran muy inferiores en número, estaban en pleno conocimiento del terreno y exterminaron a gran parte de los infelices "quintos" que eran traídos por decenas de miles a pelear en Cuba.

Ganada la guerra en 1898, se trasladó a La Habana y se instaló en la Quinta de los Molinos, donde fue recibido por una multitudinaria manifestación de simpatía. Al establecerse la Asamblea del Cerro como Gobierno Provisional, Gómez entró a formar parte de ella, pero se negó a dirigirla, alegando su carácter puramente militar y su condición de extranjero.

Máximo Gómez, que hizo su entrada triunfal con el Ejército Libertador y fijó su cuartel general y residencia; 

El activismo estudiantil nació en la década de 1920, cuando se creó la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) para reivindicar exigencias políticas y estudiantiles, tomando una posición anti imperialista. Con Machado en el poder (1924), la FEU fue prohibida y en su lugar apareció el Directorio Estudiantil Universitario (DEU), contrario a la prolongación en el poder del Presidente Gerardo Machado, que pretendía reformar la Constitución para prolongar su término presidencial y la posibilidad de ser reelegido.

(Portada del diario mexicano El Universal del día 12 de enero de 1929, dos días después del asesinato de Mella)
(El presidente norteamericano Calvin Coolidge visita al presidente Gerardo Machado en la embajada cubana en Washington, 1927)

Algunos de los líderes originales fueron expulsados de la Universidad, pero surgieron otros y el grupo se convirtió en la vanguardia de la oposición contra Machado.​ El asesinato del exlíder de la FEU Julio Antonio Mella en 1929, en su exilio en México, y el anunció de la extensión de su mandato, exacerbaron aún más las tensiones con Machado.



(Rafael Trejo, 1910-1930, arriba. Muerte en el enfrentamiento con un policía que le disparó a bocajarro. Entierro, 2 de octubre de 1930, acompañado de una multitud de estudiantes que coreaban consignas anti machadistas).

Los enfrentamientos entre el gobierno y la oposición comenzaron a hacerse violentos en 1930. El DEU planeó interrumpir la ceremonia de apertura en la Universidad pero fueron delatados por un informante de la policía infiltrado en sus filas, dando al traste con el plan. El 30 de septiembre de 1930, día en que estaba programado el inicio de las clases, la policía se apostó en la universidad, y los estudiantes iniciaron una marcha en las afueras del edificio. Hubo arrestos y heridos por armas de fuego. Rafael Trejo González murió en el hospital a consecuencia de sus heridas, convirtiéndose en un mártir del movimiento estudiantil de la época.

Los estudiantes prepararon sus acciones revolucionarias contra los gobiernos de Zayas y de Machado en la quinta de los Molinos.




En la Universidad de La Habana de los años 40 las tensiones entre pandillas rivales rozaban el gangsterismo, especialmente entre la Unión Insurreccional Revolucionaria (UIR) de Emilio Tró, y el Movimiento Socialista Revolucionario (MSR), de Manolo Castro y Rolando Masferrer. Miembros de este último convencieron a Fidel Castro para que participara en un atentado contra Leonel Gómez, alias El Toro, perteneciente a la UIR. Los hechos ocurrieron a la salida del estadio universitario, cuando se encontraba acompañado de Fernando Freyre, alias La Vaquita. El comando del MSR abrió fuego, pero solo alcanzó en una pierna a Freyre. En los ambientes estudiantiles se decía "las yeguas fueron a matar al toro y acabaron hiriendo a la vaquita". Como consecuencia, Leonel comenzó a asediar a Fidel, que no encontró mejor forma de protegerse que hablando con el líder del UIR, Tro, y convencerle de que lo aceptara como miembro.
El 15 de septiembre de 1947, agentes de la policía de Mario Salabarría, asesinan a tiros a Emilio Tró y otros miembros de la UIR en el barrio de Orfila, en Marianao. El caso, conocido como la mantaza de Orfila termina con un saldo de seis muertos y numerosos heridos. El hecho fue cubierto por Radio Reloj y se realizaron videos del hecho. Las imágenes captadas por Eduardo Hernández "Guayo" para el Noticiero Nacional pusieron en evidencia o corroboraron la culpabilidad de algunos de los hombres de Salabarría en los sucesos. 



(Fidel Castro y un grupo de estudiantes con la campana de La Demajagua, en 1947)

 Robo de la campana que llamara a los cubanos por primera vez a la lucha en La Demajagua. Fidel Castro, entonces estudiante de la escuela de Derecho de la Universidad de La Habana, propuso a la dirección de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) que “trajera la histórica reliquia a La Habana” para protestar en un gran mitin contra el Gobierno de Grau San Martín. A principios de noviembre de 1947 el propio Fidel, conocido por su poder de persuasión,  junto con Lionel Soto y otros estudiantes se encargaron de convencer al alcalde de Manzanillo para que prestara la campana y de trasladarla en tren desde allí, donde se encontraba desde 1900, a La Habana. Se colocó en el salón de los Mártires de la FEU, cubierto por una bandera de Carlos Manuel de Céspedes, bajo custodia de los estudiantes. En la madrugada 6 de noviembre, otro grupo estudiantil, comandado por Eufemio Fernández Larrea,  penetró armado en la Universidad y sustrajo el pesado objeto (más de 90 kg.). Días más tardes, tras innumerables protestas, apareció en la puerta de la residencia del general del Ejército Libertador, Enrique Loynaz. Finalmente, el 12 de noviembre de 1947 la pieza fue devuelta, por avión, al Ayuntamiento de Manzanillo.


El asalto al Cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, fue parte de una acción armada realizada el 26 de julio de 1953 por un grupo de hombres y mujeres a cuyo mando estaba Fidel Castro con el fin de derrocar al dictador Fulgencio Batista. Se iniciaron los entrenamientos y prácticas de tiro en la Universidad de La Habana, el Club de Cazadores del Cerro y distintos sitios en las provincias de La Habana y Pinar del Río. Dentro de la universidad, utilizaron la Facultad de Ciencias Agropecuarias y Química Azucarera, ubicada dentro de la Quinta de los Molinos, junto con las azoteas de las Facultades de Ciencias y Derecho parte del entrenamiento militar.

El grupo principal con 90 atacantes, dirigido por Fidel Castro, llegó hasta la posta No. 3 del cuartel, la desarmó, pero solo 5 asaltantes pudieron entrar y murieron en la acción. Una patrulla llegó inesperadamente y provocó un tiroteo que alertó a la tropa, perdiéndose el factor sorpresa. La lucha se entabló fuera del cuartel, y se prolongó durante varias horas. Los asaltantes se hallaban en desventaja frente a un enemigo superior en armas y en hombres, atrincherado dentro de aquella fortaleza. Comprendiendo que continuar la lucha en esas condiciones era un suicidio colectivo, Fidel ordenó la retirada general.






Excepto unos pocos combatientes que pudieron escapar ayudados por el pueblo, casi todos los demás fueron capturados y gran parte de ellos asesinados en los días sucesivos. Sólo 6 asaltantes al Cuartel Moncada habían perecido en la lucha; pero las fuerzas represivas del régimen asesinaron a 55 asaltantes prisioneros, y después se les presentó como caídos en combate[cita requerida]. Fidel Castro, Raúl Castro y otros fueron apresados en los días siguientes al ataque, enjuiciados y condenados a prisión. Fidel Castro fue condenado a 15 aňos de cárcel, y su hermano Raúl a 13. En total, 99 asaltantes sobrevivieron, 51 fueron enjuiciados, y 30 cumplieron condenas. 

En 1955, antes de cumplidos 2 años de condena, todos estos prisioneros, encarcelados en el Presidio Modelo de Isla de Pinos (hoy Isla de la Juventud) fueron amnistiados por Fulgencio Batista.

... y, años más tarde, Fidel y sus compañeros, que se entrenaron para ejecutar el asalto al cuartel de Moncada.


















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