—En el cincuenta y siete se dejó caer por La Habana Stan Getz, que en ese momento era más reconocido que Coltrane. —Acosta eludió entrar en la dinámica de José—. Quiso escuchar jazz y alguien le recomendó ir al Capri. Ahí se encontró con Barreto, que siempre tiene un tocadiscos en el camerino y, por supuesto, discos de Getz, así que este pidió un saxo alto y empezó a improvisar duetos con sus propios solos de saxo tenor. Luego tocó con la orquesta y, de madrugada, se organizó una jam session en el Havana 1900.
—¡Stan Getz! —exageró su admiración Atamante para intervenir de nuevo.
—El álbum que ha grabado junto a João Gilberto, con su The girl from Ipanema, ha ganado cuatro Grammys este año —precisó Acosta.
Stan Getz (Filadelfia, 1927-Malibú, de California, 1991), considerado uno de los más importantes saxofonistas tenores de la historia del jazz, conocido por el sobrenombre de The Sound ("El Sonido") debido a su tono cálido y lírico, apreciable en temas como su versión de La chica de Ipanema. Sus primeras influencia fueron Lester Young.y Charlie Parker.
Extractos del programa monográfico de Jazz entre amigos sobre Stan Getz (30/01/1985), de Juan Claudio Cifuentes (Cifu). https://www.rtve.es/play/videos/jazz-entre-amigos/jazz-entre-amigos-stan-getz/3411512/
The Beatles en Wembley, 1965.
—¡Más que los Beatles! —saltó de nuevo Atamante.
—No menciones a los Beatles aquí, chico, que esos melenudos están prohibidos —se adelantó José.
—¡No exageres! —le reprendió Acosta.
—Bueno, tienes razón, salvo el propio director del instituto de radio y televisión, responsable de esta prohibición, que los oye en secreto. ¡Todos los dictadores temen al rock and roll! Creen que desmelena a sus súbditos —voceó José con evidentes signos de embriaguez.
Eliana le mandó callar, advirtiéndole de que habían subido dos miembros del G2 y no dejaban de mirar hacia la mesa. José, que ya no tenía la visión ni la clarividencia para comprobarlo, se calmó.
—Aquí, desde que Fidel se metió con los contoneos «elvispreslianos», cualquier dirigente se abstiene de promover a cantantes que hablen inglés, lleven pelo largo y pantalones de campana. —José pareció recuperarse algo—. A Silvio Rodríguez, un joven que tenía un programa de televisión, lo han echado por hacer apología de los Beatles.
—Este verano actuaron en Madrid y Barcelona —señaló Atamante para bajarle los humos a José—. El día del concierto en Madrid había más policía que en la universidad un día de huelga de estudiantes. Un mes antes, la reina Isabel II anunció su designación como miembros de la Orden del Imperio Británico y parece que esto ayudó a que dieran el permiso. Edgar Neville, escribió al día siguiente que con un guardia más se hubiera tomado Gibraltar.
―Muy ingenioso ―apreció Acosta― ¿Y dices que no tuvieron éxito? ―preguntó en un tono inaudible José.
―En Madrid no llegamos a cinco mil los jóvenes afortunados que los escuchamos, en parte por el precio de las entradas, pero sobre todo por el miedo de muchos padres a la represión policial. Durante la actuación, que duró poco más de media hora, se llevaron a unos cuantos chicos a los calabozos ¡por bailar desaforadamente! En Barcelona, hubo menos presión, viendo lo inofensivo que resultó el de Madrid, y se llenó la plaza.
―¿Y la prensa? ―volvió a su voz natural José.
―El No-Do, que es el noticiero oficial, solo reflejó las imágenes del concierto de Madrid y al grupo bajando del avión en Barcelona tocados con monteras de toreros. Terminó la crónica diciendo que los Beatles pasaron por España sin pena ni gloria.
Atamante, que no se dio cuenta de que Acosta tenía prisa, les habló del Hot Club de Madrid, cuyos socios, a diferencia del cubano, no eran músicos, sino simples aficionados, pero «hicieron cosas increíbles».
—Organizaron un concierto de Lionel Hampton en un teatro de Madrid, que fue un acontecimiento.
—Al vibráfono no hay nadie igual —comentó Acosta mirando el reloj.
—Frank Sinatra, que se encontraba en Madrid rodando una película, fue al concierto —explicó Atamante—. Xavier Cugat, que actuaba con Abbe Lane en otra sala y le había invitado, dijo luego que tuvo tanto éxito que ni siquiera Sinatra había logrado entrar.
—¡Siempre tan zorro! —Se despertó José—. Ese catalán todo lo lleva a su terreno.
Escena de Frank Sinatra cantando 'All Of Me' de la película Meet Danny Wilson (1951)
―Aquella
noche, Sinatra aceptó la invitación de Hampton para subir al escenario y cantar
una canción, “All of Me”. El público,
entre los que había muchos militares americanos de la base, enloqueció. ―Atamante
se volvió hacia Acosta y le preguntó―: ¿Y ahora? tendréis más dificultades para
seguir con vuestras actividades del Club…
―Estuvimos
organizando jam sessions hasta que
Estados Unidos y Cuba rompieron relaciones diplomáticas y se suspendieron los
vuelos entre ambos países ―contestó con tristeza Acosta―. Después de eso, no
tenía objeto seguir.
Arturo Sandoval toca FUNKY CHA-CHA at Cancer Blows 2015
―Por lo menos, las autoridades estarán más tranquilas, sin más intentos de ahogar el jazz en Cuba… ―Atamante quiso mostrarse positivo.
―No creas. De vez en cuando vuelven a asomar algunas sospechas respecto al jazz ―levantó los brazos Acosta en señal de fastidio―. Me dijeron que en la Escuela Nacional de Música cuando sorprenden a los estudiantes tocando jazz, que suelen ser los mejores, los amenazan con suspenderlos. Si esto sigue así, van a conseguir que perdamos un seremil de nuevos talentos, como Paquito D’Rivera y Arturo Sandoval, otro chico tan brillante como él, bien porque se frustren o bien porque acaben exiliándose.
(Santo Trafficante, que heredó este oxímoron de nombre y los "negocios" de su progenitor, en el bar San Souci. La Habana, Cuba, 1955) —Santo Trafficante, un apellido apropiado para un gánster... —¡Ay, cará !, ¡otra vez ese matraquilleo , chico! Ya te he dicho que eran «hombres de negocios» que invirtieron en casinos y clubes —dijo doña Gloria, encendida. (Alberto Anastasia, izquierda, sale con su abogado de la corte federal en 1955) (En la mañana del 25 de octubre de 1957, Anastasia ingresó a la peluquería del hotel Park Sheraton. Mientras Anastasia se relajaba en la silla de barbero, dos hombres, con bufandas cubriendo sus rostros, entraron corriendo, apartaron al barbero y dispararon contra Anastasia. Después de la primera andanada de balas, Anastasia se abalanzó sobre los reflejos de los pistoleros en el espejo de la peluquería. Los asesinos continuaron disparando hasta que cayó muerto) Un hecho aparentemente inconexo, la muerte del facineroso Albert Anastasia en una b
(Vista de la avenida Presidentes a la altura de la calle 21. Vedado, La Habana) Eliana terminaba su tercera y última jornada con un grupo de inversores canadiense. Insistieron en invitarla a cenar aquella noche para despedirse y agradecerle su eficaz mediación. Habían llegado a La Habana buscando lo mismo que Atamante... Atamante fue a su encuentro en la esquina de la calle 21 con la avenida de los presidentes, y desde allí descendieron hacia el malecón. (Parque de atracciones en la esquina de la calle 23 y L, ocupando el solar dejado tras la demolición del hospital Reina Mercedes, construido en 1959 para celebrar el 29 congreso mundial de agentes de viaje, ASTA. Poco tiempo después se transformó en el cabaret Nocturnal) A mitad de camino escucharon el rumor de un griterío sobre el que descollaban las carcajadas desacompasadas de algún borracho. En la distancia, detrás de lo que parecía un plató de cine abandonado, con estanques y montañas artificiales, se vislumbraban las luces de
Tropicana nació en medio de unos jardines de exuberante vegetación tropical en Marianao, dominada por imponentes palmas reales, palmas canas, mamoncillos, bambús, mangos, guanábanas, mameyes y anones que coexistían con orquídeas cosmopolitas, naranjos cuyas semillas llevó Colón y acacias, de esas que envenenan en África a las jirafas que las ramonean en exceso. Los nombres de estos árboles evocaron a Atamante «el jardín de la memoria » y le costó seguir la historia que doña Gloria le narró a continuación... Atamante retuvo lo esencial: Regino du Repaire de Truffin, un rico industrial azucarero de origen francés, llamó a la finca Villa Mina, en honor a su segunda esposa, Mina Pérez de Abreu, a quien los columnistas del papel cuché llamaron la «dictadora social » de la época, por las fiestas que organizaba, en vida de su marido, en aquella arboleda que veneraba. .. ― Primero sucedió lo de su yerno, el marido de su hijastra Regina... Clemente Vázquez Bello, un político querido y brill
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