Un gesto memorable

 

A media mañana llegó Fermín, un muchacho rechoncho y pedante, ridículamente cortés, que usaba frases trasnochadas. Lo recibió Alfredo, sobreactuando:

¡El ínclito Fermín! ¡Cómo te agradezco que hayas aceptado venir!

Sin exagerar la nota, Alfredo, que conozco el paño. ¿Qué quiere de mí su señoría?

¡Nada menos que te pongas al frente de la vanguardia en la tecnología!

A ver, vuecencia, ¿de qué se trata?

Ven, acompáñanos ―invitó a Fermín a seguirle hacia el salón―. Aquí lo tienes, ¡un Garrard 301! Se lanzó en el 54, pero este se fabricó el año pasado, incorporando rodamientos de aceite y una nueva cápsula, que reproduce el sonido estereofónico.

Interesante… ¿y para qué diablos me queréis exactamente?

Para que seas el dueño del guateque, vas a tener en tu poder los mandos de este prodigio y elegir en cada momento la música. ¡Serás el hombre de moda!

O sea, el pinchadiscos, el don Tancredo que va a ver desfilar por delante unas vaquillas monísimas sin moverse de aquí en toda la tarde.

...


Muchas habían elegido algunos de los figurines inspirados en la película “Cómo casarse con un millonario”, que se había estrenado unos años antes. La mayoría prefirió los modelos de Lauren Bacall, desconociendo que ella trasmitía su elegancia natural a los vestidos; quienes creían tener unas piernas tan perfectas como Betty Grable, eligieron sus faldas por encima de la rodilla; muy pocas osaron, sin embargo, inspirarse en la ropa de Marilyn. 

Cómo casarse con un millonario, comedia estadounidense de 1953, dirigida por Jean Negulesco, con Marilyn Monroe, Lauren Bacall y Betty Grable en los papeles principales. Escena del desfile de moda.

Alfredo había seleccionado previamente la música y colocado los vinilos en orden sobre varios portadiscos. Bastó con darle unas instrucciones bien sencillas:

Empiezas con este montón, música suave de orquesta, ya sabes: Cole Porter, Glenn Miller, Benny Goodman… Con ellos amenizaremos el tiempo de los saludos, las charlas para romper el hielo y la merienda...

 Te haré una señal y pasas al siguiente grupo, ¡puro rythm and blues y rock and roll!: «Johnny B. Goode», de Chuck Berry, «Rock-in Robin», de Bobby Day, «Peggy Sue», de Buddy Holly, «La Bamba», de Ritchie Valens, y mucho Ray Charles y Elvis Presley.

¡Con esta música nadie parará de bailar! ―Exageró su entusiasmo Gonzalo.

Todos excepto yo, que estaré aquí mirando ―volvió a protestar Fermín.

¡No me seas quejica! Te hemos dicho que te haremos algún relevo. ―Gonzalo asumió un papel más agrio que el de su hermano.


El 3 de febrero de 1959, los músicos Buddy Holly (21 años), Ritchie Valens (17 años) y The Big Bopper (28 años), junto con el piloto Roger Peterson (21 años), fallecieron en un accidente aéreo cerca de la pequeña localidad de Clear Lake, Iowa.

Holly y su banda, con Waylon Jennings, Tommy Allsup y Carl Bunch, estaban de gira, "Winter Dance Party", por el centro de los Estados Unidos. Ritchie Valens y The Big Bopper formaban parte del espectáculo.

Los grandes trayectos en autobús estaban afectando a los artistas. Después de tocar en Clear Lake, Iowa, Holly decidió alquilar un avión con destino a su próximo concierto de la gira en Moorhead, Minnesota. Solo consiguió una avioneta para tres pasajeros.

The Big Bopper, con gripe, tomó el lugar de Jennings en el avión. Cuando Jennings se enteró de que no iba a viajar en el avión, le dijo en broma a Holly: "¡Espero que tu viejo avión se estrelle!", una frase de mal augurio que le remordería el resto de su vida.

Tommy Allsup perdió su puesto jugándosela a cara o cruz con Ritchie Valens. Esta vez la suerte estaba en la cruz.

Poco después del despegue, de noche y en condiciones climáticas adversas, el piloto perdió el control de la aeronave y se estrelló en un campo de maíz a seis millas del aeropuerto; no hubo supervivientes.

Este día se conoce como "El día que murió la música" ("The day the music died"), desde que Don McLean lo acuñara en su canción «American Pie» en 1971.


...

Bueno, y ahora viene lo principal. ―Alfredo no dejó tiempo a la reacción de Fermín―: Una vez que las chicas se hayan desfogado y el ponche les haya hecho efecto, que para eso hemos traído alguna botellita de licor que echaremos cuando no miren las criadas, sacas los de este otro montón, ¡los lentos!: «Only you», de los Platters, «Diana», de Paul Anka, «Love me tender», de Elvis…

¡Ya me estoy viendo achuchando a las chicas más guapas! ―dijo Gonzalo.

¡Quita, quita! Que enseguida dirán aquello de que corra el aire, si no te dan un bofetón ―apuntó Alfredo. 

...

Después de explayarse en los avances tecnológicos del equipo, hizo una señal a Fermín para que empezara a poner los discos de la segunda caja. Cuca arrastró a varias de sus amigas al centro del salón y empezaron a bailar. Detrás, se lanzó el chico del pañuelo, que trató de emular los movimientos de Elvis the Pelvis; pero su cadera, católica, apostólica y romana, poseía una rigidez genética que debía remontarse a la Inquisición, por lo que parecía un muñeco de mecano. Gonzalo y Alfredo habían ensayado unas figuras de rocanrol básicas, que resultaron eficaces unos minutos. Ellas, elásticas y proclives a aprender coreografías complejas, se adueñaron de la zona de baile en cuanto sonó «Jailhouse Rock», haciendo giros, cambios de mano y pasos de reloj.

Alfredo aprovechó para darle un respiro a Fermín y animarle a lanzarse al ruedo. Si lo del chico del pañuelo era mecánico y estrafalario, los movimientos de Fermín resultaron eléctricos: conociendo sus limitaciones y habiendo visto las piernas trémulas de Elvis, su cuerpo entero comenzó a estremecerse como si estuviera sujetando los extremos de los cables de la luz. Alfredo dejó que Fermín se siguiera electrocutando un rato, hasta que puso «True Love» de Cole Porter, cantado por Bing Crosby y susurrado por Grace Kelly...

¡No sé qué hacéis bailando ese pastiche de música! ¿No sabéis que tiene raíces negras? ―Claudia posó su mirada sobre cada uno de los asistentes y dirigiéndose a todos, agregó―: Vuestras estirpes están marcadas por arrancar de su tierra a los negros y humillarles a base de cuero y grilletes; vuestro dinero está empapado con la sangre y el sudor que regaron vuestros cañaverales; vuestros títulos y prebendas no os llegaron porque vuestros antepasados fueran héroes de batallas épicas, sino negreros; y ahora pretendéis robarles lo único que no pudisteis encadenar, su alma.

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