El mundo de ayer

 



El magnetismo de esta ciudad no se debe solo a la arquitectura barroca de La Habana Vieja que tanto te ha impresionado. Para entender su magia, tendrías que haber visto esas calles llenas de gente alegre y bien vestida, su actividad frenética, el bullicio de día y de noche; oler el aroma a buen tabaco, guarapo y café; disfrutar del sabor de la guanábana, la guayaba, el tamarindo o el mamey; ¡y de la música! El son, la rumba, el mambo, el bolero, el filin… y la frescura y sensualidad de sus bailes, el danzón, el guaguancó, el chachachá... La Habana era una ciudad para disfrutarla con los cinco sentidos. Hoy cuesta reconocer aquel hechizo ―acabó diciendo doña Gloria suspirando―. Únicamente nos queda el cielo, el mar, el paisaje… y la memoria.

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Una y otra vez entraba en aquel laberinto de su mente, rescatando recuerdos por oleadas, dejando un poso en su bajamar, a veces de exultación, a veces de melancolía. Oyéndola, Atamante pensó que contradecía aquellos versos de La divina comedia: «No hay mayor dolor que, en la miseria, recordar el tiempo feliz». 

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―En nuestros palacios coloniales hay patios interiores que recuerdan a los andaluces, con sus arcadas soportadas por columnas, solo que aquí las palmas hacen de parasoles y los arcos de medio punto de los portalones se cierran con vidrieras policromadas, que parecen colosales abanicos de cristal. 

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Carpentier dice que es una ciudad «enferma de columnas». Yo te digo a ti que la enfermedad de La Habana, y de Cuba, se llama «Castritis». ―Se rio con amargura y, después de unos segundos, volvió a hablar de los soportales―: Hace años se podía cruzar el centro estando siempre bajo su sombra.

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(Diario de Cuba: https://www.youtube.com/watch?v=E977Q3HWcHE)

―¡El Encanto! Era un símbolo de elegancia y distinción ―aseguró, brillándole los ojos de alborozo―. Allá no solo se vestían famosos y millonarios, también gente de clase media y humilde. Se encontraba ropa de Balenciaga, Chanel o Lanvin, y consiguió la exclusiva de Dior en América, gracias a la maestría de su diseñador, Manet. Miroslava, una actriz checa que triunfó en el cine mexicano, exigía en sus contratos que los vestidos fueran de Manet.


―¿La protagonista de Ensayo de un crimen de Buñuel?


―La misma. ¡Qué lástima! Tan bonita y murió sin haber cumplido los treinta años. ―Al ver el gesto de extrañeza de Atamante, agregó―: Dicen que se suicidó al saber que ese torero, Dominguín, se había casado con una italiana.

(Doña Gloria no sabía que el amor secreto de Miroslava fue Cantinflas, que nunca quiso divorciarse de su mujer de origen ruso, Valentina Ivanova)



―Siempre que iba en compañía de mi marido a la sastrería de El Encanto nos encontrábamos alguno: Maurice Chevalier probándose un traje o algún sombrero; John Wayne recogiendo sus camisas a la medida de un Brobdingnagian,  César Romero y su inseparable Tyrone Power, eligiendo corbatas de seda italiana.

(https://www.youtube.com/watch?v=xKVWxZACbdQ)

(https://www.youtube.com/watch?v=p1Bb6fXM18s)

A pesar de que el gracejo con el que pronunció esta ocurrencia divirtió a Atamante, la insinuación sobre la sexualidad de Tyrone Power le extrañó y molestó.

―Sí, chico, se pasaban juntos temporadas enteras y se hospedaban en la misma habitación del hotel Nacional, así que no creo que compartieran solo su pasión por las corbatas ―dijo rotunda doña Gloria, que notó su incomodidad―. Hollywood es una jaula de pajaritos; la mayoría, como Errol Flynn o Cary Grant, por los que suspiran las mujeres, batean para las dos bandas, como dice la chusma.

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(foto de @AvaGardnerMuseum en facebook)

Atamante se paró a pensar en aquel curioso desplazamiento estelar que provocó la aversión norteamericana a una dictadura comunista incipiente y su apertura hacia otra de carácter fascistizante. En Madrid, hacía una década que se veían muchas de aquellas estrellas; si bien algunas, como Lana Turner y Ava Gardner, frecuentaban más los bares y tablaos flamencos que los estudios de cine. Cuba vivió su mayor esplendor en tiempos que España empezaba a salir de la miseria; mientras que a mediados de los sesenta, con su país inmerso en planes de desarrollo, de la Perla de las Antillas quedaba el caparazón en ruinas.

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(Los tres primeros vídeos se han extraído del documental 55 años de distancia, realizado por @38editions https://www.youtube.com/watch?v=6CW2SokaEF4&t=118s)

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