La familia

DON AURELIO

Padre de Atamante.

Pasó varios años de su infancia en Le Rosey, un colegio interno a orillas del lago Lemán, que marcaron su carácter introspectivo y melancólico. Durante su adolescencia estudió en Charterhouse, a las afueras de Londres, donde coincidió con Robert Graves, y ambos fueron inoculados por la misma pasión irrefrenable por la mitología.

De estatura considerable, heredada de sus orígenes vascos, los matrimonios de sus antepasados con aristócratas habían suavizado sus facciones, desterrando la tosca huella horadada por el viento y el mar en la saga de pescadores que eran los Barruticoechea.


 DOÑA MARGARITA

Esposa de don Aurelio.

Pese a su corta estatura, algo había en sus andares y en su rostro que le daban un porte imperial e imponían respeto. Su nariz ligeramente abultada sobre las fosas nasales era un sello peculiar de su abolengo. Las cejas, que se espesaban en los extremos, recalcaban la profundidad de sus ojos oscuros, acostumbrados a mirar de frente. Era la antítesis de Atamante.


 ALFREDO

El primogénito de don Aurelio y doña Margarita.

El más parecido físicamente al padre, de la cabeza a los pies, salvo en la altura, ciertamente bajo; sin embargo, en lo tocante a su carácter, se podría perfilar colocando un papel transparente en el rostro frío y altivo de su madre. Sin cumplir los treinta años, había medrado en política y conseguido ser designado procurador en Cortes, mediante la ayuda de influencias familiares. 

GONZALO

Segundo hijo de don Aurelio y doña Margarita.

De su padre heredó su altura, no así su porte señorial, pues era poco inclinado al deporte y mucho a los placeres de la mesa, y sus ojos grises tendían a mantener una mirada ovina. La genética por línea materna le había dotado de una incipiente calva, que disimulaba entre sus mechones rubios, y sus ampulosas fosas nasales, de las que se sentía inusitadamente orgulloso. Se jactaba de tener un olfato sobrenatural y ser capaz de oler el estado y la salud de las personas.

DON CRISPO

Tatarabuelo de Atamante.

Nacido Crispín Barruticoechea en un pequeño pueblo vasco, emigró a Cuba, donde amasó una inmensa fortuna antes de antes de  cumplir los treinta años, y se convirtió en Don Crispo, primer marqués de Baracoa.

Casó con Zenobia, con quien tuvo a su hijo Flavio. Desde que empezó la exquisita educación de su hijo, él mismo, hasta entonces iletrado, aprendió a leer y escribir; también algo de música, aprovechando que la institutriz había estudiado violonchelo en el conservatorio, y le apasionaba tocar las suites de Bach.

DOÑA ZENOBIA

Tatarabuela de Atamante.

Gran dama de la sociedad cubana, temerosa de las revueltas de esclavos y de los negocios turbios de su marido.

 FLAVIO

Combatió junto a los mambises de Ignacio Agramonte, El Mayor. Ambos cayeron a balazos en una emboscada en los potreros de Jimaguayú, Camagüey, en 1873.

VALERIO

Hijo de Flavio y nieto de don Crispo. Abuelo, por tanto, de Atamante.

Aunque se crio con su abuelo en Madrid, salió tan rebelde como su padre y volvió en 1895 a Cuba para luchar junto a Martí. Amigo y compañero de armas de Orestes Ferrara.


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