Personajes reales

RAFAEL TORROBA

Amigo de don Aurelio. 

Cambió el bisturí por la atención primaria a las estrellas del celuloide. Era uno de los cirujanos pioneros en intervenir en España a corazón abierto. Amigo del «yernísimo», Cristóbal Martínez-Bordiú, y dicen que en más de una oportunidad le prestó dinero para que saliera con Carmencita. En aquellos años, los dos eran interinos en el hospital de la Cruz Roja y era vox populi que los días en los que operaba Rafael las probabilidades de sobrevivir eran mayores. Los dos se disputaron una plaza en el hospital y, claro está, se la dieron a Cristóbal. Torroba lo aceptó deportivamente, sin que aquello minara su amistad. Tiempo después, conoció a Samuel Bronston, buscaba un médico español; ahí empezó su nueva carrera.


AGUSTÍN DE FOXÁ

Amigo de don Aurelio.

Aun descargando andanadas lacerantes, mantenía el conde la mirada cándida de la niñez. La misma expresión que lució en su boda, embutido en su uniforme de gala, a las puertas de Los Venerables en Sevilla, no acabando de creerse que llevara al altar a una mujer tan imponente: Mary Larrañaga. La felicidad y el matrimonio duraron poco, lo justo para formar parte del séquito que acompañó a Evita Perón a España, y a que naciera su única hija, Blanca, bella como su madre.

MARÍA BERNALDO DE QUIRÓS

Amiga de doña Margarita, a quien conocía desde niña y, pese a no tener en común más que una fuerte personalidad y chocar con frecuencia en desencuentros agrios, mantenían intacta su amistad. 

María era conocida por sus allegados como Eca, por ser la más bella de su familia. Dotada de una inteligencia admirable, encajó el golpe más duro de su vida, al perder en poco tiempo a su primer marido y a sus dos hijos por la gripe española, transformando su tristeza en osadía. Se convirtió en pionera de la aviación y del divorcio en España. La licencia de piloto la obtuvo en 1928, y el divorcio de su segundo marido en 1933. Se enamoró perdidamente de su instructor de vuelo, José Rodríguez y Díaz de Lecea.

ORESTES FERRARA

Amigo y compañero de armas de Valerio, abuelo de Atamante.

Orestes Ferrara era uno de esos hombres que parece que tengan siete vidas y las hayan vivido todas a la vez. Hombre de acción y de letras, político, diplomático, profesor universitario, escritor y periodista. Proveniente de una familia acomodada, siendo estudiante de derecho en Nápoles, prefirió irse a Cuba y enrolarse en la guerra de independencia. En poco más de dos años pasó de soldado raso a coronel, por acciones de guerra. Salió ileso de dos atentados y decenas de duelos. Representante y presidente de la Cámara de Cuba en la primera década del siglo XX, secretario de Estado y delegado de la Asamblea Constituyente de 1940. Fundó la revista La Reforma Social y el periódico El Heraldo de Cuba. Embajador de Cuba en Estados Unidos, Brasil, Italia y España y, en el momento de visitar a los Barruticoechea, delegado de la UNESCO. El carácter de Ferrara se había atemperado con el tiempo y su mirada altiva y desafiante de duelos y debates se había sosegado para la alta diplomacia; sus mostachos imperiales en punta eran ahora bigotes canos de mosquetero, pero su recia figura y ademanes evocaban todavía la estampa de un césar. 



ÁNGEL JIMÉNEZ


Barman y encargado de Balmoral. Amigo de don Aurelio.

Si Chicote mereció un chotis escrito desde México, Balmoral ha merecido el álbum de un roquero. Distintos estilos, ambos llenos de nostalgia. La misma que rezuma el libro de Ángel Jiménez, Del Palace a Balmoral, una sucesión infinita de historias contadas desde la óptica de un testigo privilegiado, que ha visto transformarse la decadencia del ayer en la vanguardia. 





Comentarios

Entradas populares de este blog

Sin problemas

La fuente de las musas I

Club21