El jardín de la memoria



Ángel rebelde, de Salvatore Buemi, 1910. Situada en el Capitolio de La Habana.


El ángel caído, de Ricardo Bellver, 1877, inspirados en unos versos de El paraíso perdido de Milton. Situada en el parque del Retiro de Madrid.

Mucho de lo que Atamante recuerda de su infancia había sucedido en aquel jardín, dividido en cuatro áreas simétricas de contornos cuadrados, que albergaban en su interior plantas y árboles de diferentes regiones del planeta. Un manto de césped se extendía por falsos llanos y ondulaciones del terreno, formando figuras irregulares, bordeando estanques y senderos, contrastando la rigidez geométrica de los setos rectilíneos. En los extremos del camino central, dos grandes fuentes coronadas por sendas estatuas de ángeles caídos sustentaban el nivel de agua en el entramado de canales y acequias que regaban el jardín.

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El día que su padre empezó a hablarle de los enigmas que encerraba aquel lugar, tenía Atamante siete años y vestía de marinerito; todo de blanco, a excepción de las cintas del gorro, pañoleta y puños, azul oscuro, y las trazas de chocolate que le había dejado un churro. La fiesta de su primera comunión había finalizado y todavía le atormentaba el traspié que dio al salir del banco de la iglesia, que a punto le costó una caída y convertirse en el hazmerreír de sus compañeros, antes de renunciar para siempre a Satanás, a sus pompas y a sus obras. Le habían insistido tanto que demostrara su recogimiento, que cuando se levantó mantuvo sus manos sobre la cara, tapándose los ojos, y apenas pudo ver entre sus dedos la esquina del reclinatorio con el que tropezó.

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Palacio Lázaro Galdiano (1904). Doble escalera que da acceso a la puerta principal desde el jardín.

Retrato imaginario de don Aurelio.


Errol Flynn, Las aventuras de Robin Hood, de Michael Curtis, 1938

Hasta entonces había sido escenario de sus diversiones infantiles, y su heterogénea naturaleza inspiradora de sus exóticas fabulaciones. Su padre lo llamó desde la balaustrada que separaba la doble escalinata que daba acceso a la planta noble. De estatura considerable, heredada de sus orígenes vascos, los matrimonios de sus antepasados con aristócratas habían suavizado sus facciones, desterrando la tosca huella horadada por el viento y el mar en la saga de pescadores que eran los Barruticoechea. Si moderaba el encaje de su mandíbula prominente, a su hijo le parecía estar viendo a uno de los galanes más carismáticos de las películas de aventuras: Errol Flynn.

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Los continentes por donde navegó don Crispo, tatarabuelo de Atamante.

—Lo que te voy a contar no se estudia en el colegio ni te lo enseñará tu institutriz. —El semblante serio de don Aurelio impresionó al niño—. En el jardín están representados los cuatro continentes por los que navegó tu tatarabuelo y las claves de su historia. Él se encargó de trasmitírsela a su hijo mayor, Flavio, en su ingenio de Baracoa; y años después hizo aquí lo mismo con su nieto, Valerio.

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Nogales

Roble común

Conjunto de olmos centenarios.
Ceiba

Palma real

Guanábana

Guano
Jaboncillo

Jacaranda

Totumo

El terreno en aquel cuadro se escarpaba ligeramente hacia el norte y dibujaba un perfil similar a la costa atlántica norteamericana, poblada por un pequeño bosque de olmos, nogales y robles. Al sur, una estrecha península se extendía hasta un islote, emulando el contorno saurio de Cuba. Un canal bordeaba el remedo de continente y rodeaba la isla, donde una imponente ceiba reinaba en su centro, custodiada por palmas reales, extendiéndose hacia ambos flancos caobas, ocujes, guanas, anones y guanábanas. Más abajo, un amplio estanque bordeaba la tierra que describía la silueta de Brasil, ocupada por un enjambre de totumos, jacarandas, palmitos, jaguas, pimenteros, mangles, jocotes y jaboncillos.

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Le Rosey
Chasterhouse, 1914
Robert Graves, primer año en Chasterhouse, otoño de 1909

Alumnos de la clase de Robert Graves, último curso de 1914. Graves es el segundo sentado de la izquierda. Don Aurelio es el tercero de la última fila desde la izquierda.


La educación recibida no contribuyó a que don Aurelio se acercase a la mentalidad del crío. Pasó varios años de su infancia estudiando en Le Rosey, un colegio interno a orillas del lago Lemán, que marcaron su carácter introspectivo y melancólico. Posteriormente, sus padres lo enviaron a Charterhouse, a las afueras de Londres, donde estudió durante su adolescencia. Allí coincidió con Robert Graves, y ambos fueron inoculados por la misma pasión irrefrenable por la mitología.

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Baobab
Tamarindo
Majagua
Cerezo africano

Tuvo que esperar algún tiempo hasta que su padre volviera a llamarle. En cada charla, don Aurelio elegía una zona del jardín acorde con el tema. Aquel día su mano derecha invitaba al niño a dirigir su mirada hacia el sudeste, donde la tierra alimentaba a un inmenso baobab y varios tamarindos, majaguas y cerezos africanos.

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The Slave Ship, de J. M. W. Turner (1840), inspirado en la masacre del barco de esclavos Zong ocurrida en 1781 (142 africanos fueron arrojados al mar para cobrar el seguro)

The Slave Trade, de Auguste-Francois Biard (1833), donde una mujer arrodillada es marcada con un hierro candente por un marinero francés.

—¿Por qué cuatro generaciones?

—Era la penitencia que se impuso a sí mismo y a los de su sangre. Cumple en tu generación: quedáis liberados de mantener intactas las huellas del jardín y de contar su historia a vuestros hijos. Contigo el pecado ha quedado redimido.

—¿El tatarabuelo fue un pecador?, ¿tan grave fue lo que hizo que necesitaba una penitencia tan larga? —La catequesis le había dado soltura para hacer aquellas preguntas.

—Lo que creyó ser una aventura se trataba de un crimen aberrante del que acabó tomando conciencia.


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El conquistador (1956), película dirigida por Dick Powell y producida por el empresario Howard Hughes. Estuvo protagonizada por John Wayne, como Genghis Khan, y Susan Hayward.

La película fue la undécima película más vista en Estados Unidos en 1956, pero ha sido catalogada como una de las peores películas de los años 50 y de la historia del cine.

El arco mongol es un arco compuesto recurvado reconocido por su efectividad militar. Los viejos arcos mongoles usados durante la época de Gengis Kan eran más pequeños que las armas usadas en la actualidad.

El conquistador se rodó en localizaciones cercanas a un campo de ensayos de armas nucleares en Nevada, durante los años 1950. Treinta años después, el 41% de los participantes en la película habían contraído algún tipo de cáncer, entre ellos Wayne, Hayward y Pedro Armendáriz.

Wayne midiendo la radiación del suelo contaminado con un contador Geiger durante el rodaje de El conquistador, en presencia de dos de sus hijos.

En aquel momento, se aproximó su madre. Pese a su corta estatura, algo había en sus andares y en su rostro que le daban un porte imperial e imponían respeto. Su nariz ligeramente abultada sobre las fosas nasales era un sello peculiar en su abolengo. Las cejas, que se espesaban en los extremos, recalcaban la profundidad de sus ojos oscuros, acostumbrados a mirar de frente. Su fino labio superior trazaba un arco de aquellos que Atamante vio usar a los temidos ejércitos de Gengis Kan en la película de Howard Hughes. Su pelo cano marcaba una amplia onda a un lado, dejando su frente diáfana en el otro. Era la antítesis de Atamante.

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