Trovadores III (la fruta bomba y el faraón de Cuba)

 


Al terminar, el presentador acromegálico volvió a armarse de su oratoria altisonante para anunciar la siguiente actuación:

¿A quién no le gusta la fruta bomba? A todo el mundo, ¿verdad? Por eso, el conjunto Guarina, bajo la dirección dinámica de Humberto Mas, nos va a deleitar con el pregón de la Fruta Bomba, ¡ja, ja!

¿Qué fruta tan explosiva es esa? ―preguntó Atamante a doña Gloria.

La conoces, la has comido en estos días, es la papaya. Lo que ocurre es que en Cuba se asocia… con el sexo femenino ―dijo doña Gloria, apuradamente―, que se evita nombrarla cuando uno se refiere a la fruta.

Esta vez eran diez los miembros, todos ellos bien trajeados: un trompetista, el único blanco, cuatro guitarras, bongós, timbales, contrabajo y una pareja de vocalistas; que a su vez, martilleaba las claves ella y sacudía las maracas él. El cantante era un dandi mulato con traje color marfil, a juego con el vestido y las perlas de su compañera. El trompetista, amén de dirigir «dinámicamente» la orquesta, se distinguía por no usar chaqueta.



Un percusionista de Los Tutankamen sacó a bailar a una venus mulata de carnal esteatopigia, que giraba a su alrededor exhibiendo la flexibilidad de una majá de Santa María, la boa endémica de Cuba. Ambos daban pasos y giros ralentizados, certeros y sensuales.

...


¡Señores! Qué feliz me siento al estar en este taller ―comenzó a hablar un señor bajito y enjuto, de ojos achinados y gafas desmedidas, guayabera almidonada cerrada al cuello y pajarita ancha, cuyo pelo cano se extendía hacia el techo como un aura―. ¡Mi querido amigo, Sirique! Que desde niño oía mis canciones, estas cosas típicas cubanas.

Es Sindo Garay ―le aclaró doña Gloria, emocionada―, un trovador bohemio muy querido. Lorca lo bautizó como el faraón de Cuba.

Ahora, les voy a presentar un dúo que va a cantar una de las canciones más pequeñas mías, porque yo no estaba preparado, pero se puede oír cómo se va adelantando la trova cubana en La Habana. ―Esta frase la cerró el faraón levantando la voz con una teatralidad creciente que provocó aplausos.

El dúo comenzó a entonar la canción que hablaba de una mujer africana de ojos negros, fascinante y divina, que debió de enloquecer al autor.

© Todos los derechos reservados

 Las fotos están extraídas del documental La Herrería de Sirique (1966) del director Héctor Veitia, que puede verse en el enlace:

https://www.youtube.com/watch?v=_GTz4g6HaNs


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